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Manual para linchar mejor: Esto no es nuestra culpa

     Linchamientos hay desde hace tiempo ya. No es una creación de los medios. "Linchar", por lo que se dice "linchar", siempre se linchó a los chorros en el tren, cuándo se los veía, siempre se linchó a mil pibes encontrados in fraganti, delinquiendo, en cualquiera de las provincias del interior. A estos pibes también, desde hace tiempo, los viene linchando el Estado -su aparato: el Gobierno- en las cárceles, en las comisarías del Norte, de Córdoba y de la Patagonia. No es algo nuevo instalado por los medios. No es ni Massa ni Magnetto.

     A David no lo mataron ni Massa, ni Magnetto; lo mataron un montón de delincuentes, asesinos, productos de la sociedad e inadaptados a la misma ¿O no es así? ¿O cuando el que mata es de clase media no se trata de un producto creado por una sociedad que no supo contenerlo? ¿Cómo es la historia? ¿Linchamos "pobres" o linchamos "ladrones"? Porque a los que dicen que se está golpeando "a los pobres" hay que preguntarles dónde se guardaron todo ese discurso de la estigmatización de clase, de la criminalización de la pobreza.

     Poco seria es la teoría de la opereta mediática. Que "Massa critica el Código Penal y después sale Clarín a secundarlo echándole nafta al tema...". No. Así no es. Massa desde hace rato viene haciendo el papel de peroncho derechoso. Massa, el mismo que sale en cientos de fotos con Néstor y Cristina, el del PJ, ese mismo, desde hace rato viene ya con eso. Sí, lógicamente: hace uso político de un mal que nos aqueja. El problema es que el mal que nos aqueja está. Hay narcos, hay tratantes, hay chorros -de Villa 31, de Puerto Madero-. Ese el problema. El problema no es que Clarín le eche nafta al tema, sino que exista el tema.

     Más allá de eso, queda pendiente todavía el otro asunto. El sesgo analítico. Las lupas distintas. Cuando un pibe villero sale armado, roba, insulta, pega y (¿por qué no decirlo?) más de muchas veces mata, se trata de una víctima. No hay un chorro, hay un "producto social". Cuando un señor clase-media, bien letrado y bien vestido, se agolpa con otros tantos de su misma especie y le da una zurra de muerte a un negro, ahí sí es un asesino. No hay "producto social" ahí. No hay una sociedad enferma, con ilegalidad hasta en las comisuras de los testículos, con intolerancia y divisiones hasta en la mugre de las uñas, que en cierto modo propicia las arenas para que cualquiera haga lo que quiera hacer cualquiera.

     No se trata acá de defender a unos y atacar a otros. Para nada. Se trata de empezar a dejar las parcialidades de lado y tomar mínimamente las riendas de los hechos. Cuando los políticos oportunistas comienzan a decir que todo esto de los linchamientos es un mensaje de la sociedad, no mienten. Esos políticos siguen siendo unos oportunistas siempre. Massa es uno, por ejemplo, que ayer lo presentaban como el mejor kirchnerista y hoy lo exponen en sus antípodas ideológicas con el único fin de abrir todas las posibilidades para perpetuarse en el poder. Pero el mensaje de la sociedad está, porque linchadores, por muy malnacidos que sean, son parte de la sociedad -aún cuando los "esbirros" de Página12, como Mercedes Morán, no quieran verlo-.

     Mataron a David. No hay manera de traerlo de vuelta. Después, claro, los diarios se hicieron eco de los muchos otros casos similares que ocurren a lo largo y ancho de todo el territorio nacional. Y a David ya lo mataron. Así, uno puede quedarse simplemente con las frases repetidas, con que "los linchadores son unos hijos de puta", y "los medios, unos cipayos malintencionados". Uno tiene que preguntarse qué carajo está pasando. No es fácil asegurar quién es el absoluto responsable; si es que hubo un Estado "ausente", o un Estado "presente" lleno de mala gente. Pero qué preocupante es que el Estado, ante los hechos, aún suponiéndolo presente lo único que hace es salir a decir "esto no es nuestra culpa".

Tres horas de paja

     Fueron tres horas de masturbación discursiva. Palabras que algunos recibieron en pleno estado de goce kirchnerista y que otros simplemente soportaron entre la sorpresa y el hartazgo. Una "paja" -hablando como el pueblo habla, ironías permitidas-dedicada desde el Congreso de la Nación a todos los habitantes de la República Argentina y el mundo. Fueron más de 19.000 palabras, casi 822 tweets con párrafos ininteligibles. Hubo frases como "en nuestro proyecto, ubicamos en un lugar central la idea de reconstruir un capitalismo nacional" viniendo de la boca de la misma persona que dice llevar las banderas de un peronismo de izquierda -contradicción en sí misma, a mi entender, pero que el Relato Oficial muestra como realidad posible-. Hubo ideas que solamente dan lugar a situaciones de creer o reventar: hay que creer en la existencia de un nuevo capitalismo progre-setentista-justo-y-revolucionario, o reventar y mandar a todas las líneas de batalla pejotistas a ser readoctrinadas ¡Qué sabrá uno! Si algo nos enseñaron once aperturas de sesiones ordinarias bajo mandato K, es que dentro del relato -que "no es un relato" sino "la verdad y la realidad que vivimos y construimos en estos diez años", como también dijo- todo puede pasar. 

     Pero las discusiones teoréticas en torno a definiciones de palabras tan manoseadas como "capitalismo" -otra del rubro podría ser "peronismo"- pocos frutos rinden. De las (casi) tres horas de cadena nacional se puede resaltar, además de lo dicho, a) la división de aguas marcada entre la Argentina antes de Kirchner y la Argentina después de Kirchner, b) las repetidas menciones a distintos organismos pro-imperiales -aprovechando la terminología propia de la fantasía eduardogaleánica- de Naciones Unidas para respaldar sus logros de gestión, c) la necesidad nunca antes nombrada de parecernos un poco más a Estados Unidos y permitir un poco menos las protestas sociales y d) la poca importancia que tiene para este gobierno el "presentismo" a la hora de dar clases.

     De lo anterior, los puntos a, b y c merecen un trato conjunto. Los tres se relacionan, no al modo de "a necesita b, y b si y sólo si c", pero si de acuerdo a "¿cómo no va a decir c después de haber dicho b, y cómo puede decir c después de a...?". Es decir: no se relacionan siguiendo una secuencia lógica de implicaciones sino de contradicciones. El punto a puede ilustrarse con una cita textual de lo dicho por CFK al comienzo de su monólogo: 

«(Este es) el mensaje décimo primero que estamos dando desde aquel 25 de mayo del año 2003, en que un hombre (...) le anunciaba al pueblo de la Nación nuevos paradigmas (...) de gestión de Estado, ya no en función de lo que dictaran los grandes grupos económicos, sino de lo que votara el pueblo en elecciones (...) democráticas». 
     Aplausos más, aplausos menos, lo que la presidente dijo fue, por un lado, que la democracia como tal comenzó en este país recién después de mayo de 2003 -hasta entonces no era el pueblo (demos) el que elegía su gobierno (kratos) sino los grandes grupos económicos-. Por otro lado confesó -sin querer, probablemente- lo que hace tiempo desde todos los sectores se le viene diciendo: que la democracia no es algo que dependa de los votos, sino del respeto, día a día, de la voluntad democrática -¿de qué otro modo, si no, podría un presidente votado por el pueblo volverse anti-democrático y favorecer a los grupos económicos?-. Con suerte algún día la oradora quizá se escuche -si es que con suerte algún día llegue a escuchar a alguien- y descubra que por ejemplo, en Venezuela, a Maduro no habría que juzgarlo tanto por sus elecciones sino más bien por sus acciones. Habría, para ello, que delimitar de una vez por todas la definición de "gobierno democrático".

     ¿Y cómo puede decir c después de a...? Porque: ¿cómo puede hablar de democracia y después cuestionar la pertinencia de algunas protestas sociales? "Yo les ofrecí la Plaza de Mayo para que vengan a protestar" dijo. (Algo así como que Cencosud diga a sus clientes: "ya tienen un 0-800 para reclamar por los Precios Cuidados, no es justo que protesten en la línea de cajas".) La protestas sociales ya no rankean como populares y perdieron, por ende, el visto bueno del gobierno. A quejarse (pero calladitos). Y luego de todo eso CFK agrega que lo ideal sería aspirar a ser como Estados Unidos aunque no tanto, "por que ya seríamos el colmo de la civilización" -tal cual fueron sus palabras-, porque en Estados Unidos, contaba, "no cortan la calle ni interrumpen". La pregunta por el cómo se llegó en Argentina a este tipo de protestas y el qué fuerzas propician en Argentina este tipo de protestas no existe. El razonamiento presidencial es mucho más sencillo, mucho menos profundo: Estados Unidos es la civilización y Argentina (un poco) la barbarie; no podemos pretender ser como Estados Unidos porque somos argentinos, pero deberíamos elaborar una ley para regular las protestas sociales para controlar (un poco) la barbarie. Progresismo, del de la vieja escuela.


     El punto b requiere menos examen. Su punto de interés reside en dos leyes universales. La primera: todos los organismos de Naciones Unidas basan sus informes en las estadísticas oficiales aportadas por cada nación sobre sí misma. (Entiéndase que en nuestro caso Naciones Unidas elabora informes sobre Argentina utilizando las estadísticas de Indec.) La segunda: todas las agrupaciones kirchneristas respaldan los logros del relato con informes de distintos organismos de Naciones Unidas. (Entiéndase que respaldan el relato con los dato de Indec.) La CEPAL, el Banco Mundial, UNICEF, FAO, OIT, etc., son todos organismos de Naciones Unidas. De la conjunción de ambas leyes resulta la siguiente máxima: no sea estúpido y revise las fuentes.

     En relación al punto d: ahora al gobierno le interesa que se respete el presentismo. Para eso pretende otorgar un incentivo de $2.000 anuales -$165 mensuales-. Hablar de un aumento de menos de $200 en el marco de una discusión paritaria es, cuando menos, una falta de respeto. Pero mención aparte necesitará el punto d: habrá de ser tratado más adelante.

     
     No es que pueda desprenderse una conclusión clara de todo lo antedicho. Esta nota -que es antes que nota una especie de catarsis- no pretende conseguir más que apenas separar de esa masa de tres horas de palabras por lo menos algunos puntos que pueden ser importantes ¿Importantes para qué? Para tratar de entender qué dice la presidente cuando despliega ante las cámaras su habilidad para hilvanar vaguedades. Y como no siempre pueden desprenderse conclusiones claras a partir de meras vaguedades...


Las cosas por su nombre: Se dice «saqueo»



     La historia comenzó con un grupo de policías acuartelado en la ciudad de Córdoba y una zona liberada a la merced de las oleadas villeras de la tierra del cuarteto y el vino con coca-cola. La historia comenzó con un reclamo de aumento salarial, con un De la Sota gestionando vía twitter, y terminó con choreos de televisores 3D por todo lo extenso del país, discusiones estériles en torno al correcto uso del adjetivo "negro" y una presidente sugiriendo, frente a una multitud reunida en Plaza de Mayo, que siempre hay saqueos en diciembre. La historia desembocó, como toda historia, en la exposición desnuda de lo que el presente es. En la historia hubo manifestaciones egoístas, mezquindades políticas, muertos, robos a mano armada, oleadas de saqueos, paranoia de saqueos, amenazas de saqueos, intentos de saqueos, saqueos de verdad y un 30° aniversario y un acto en conmemoración a una palabra que a nadie le importa, (que a todos les chupa un huevo).

     Si hay algo irrefutable de los saqueos es su pertenencia al campo de la realidad. Los saqueos existen. Ahí están. Poco importa si son el producto de la espontaneidad o el buen trabajo de punteros (¿peronistas?) que envían, con éxito, a sus muchachos a generar conmoción en las urbes. Es más: de seguro hay atrás de todo el caos pequeños intentos de duhaldes, alimentando con nafta el fuego. Pero el hecho es que los saqueos están. El hecho es que hay una horda de saqueadores, una gran porción de la torta social, un montón de argentinos, de buenas gentes, dispuestos a hacer caso, a escuchar a los duhaldes y a salir a robar. La Democracia también termina siendo eso.


     Ante la verdad - la única, la realidad - los laberintos de discursos se bifurcan. El gorilaje sale esperanzado a intentar sacar ventaja de los afanos, como si alguna conexión ideológica pudieran tener los viejos actores del 8 de noviembre de 2012 con estos nuevos de diciembre de este año. El kirchnerismo acusa mientras tanto a los grandes operadores, los instrumentadores, de ser contrarios a la voluntad del pueblo y desligan a la la líder responsabilizando del desastre a las provincias, a pesar del tamaño netamente nacional cobrado por el conflicto. La líder, por su parte, dio también sus notas de color - rescatadas por Infonews - con frases como "He decidido (...) no hacer una cadena nacional ¿Para qué? Para permitir que democráticamente algún canal corte la pantalla...", o "No creo en las casualidades. Tampoco creo en los hechos que se producen por contagio. Algunas cosas que pasan en determinadas fechas son por planificación y ejecución con precisión quirúrgica".


     Con respecto a los dichos de la Jefa surgen preguntas al margen: ¿Es que CFK considera en algún sentido que las cadenas nacionales - desde luego, al modo en que Ella concibe las cadenas nacionales - tienen cierto carácter antidemocrático? ¿Por qué entonces, si no fuera así, calificaría como "democrático" al efecto causado por la no utilización de la Cadena Nacional? Además: ¿Realmente la versión oficial acerca de los saqueos es que son solamente, únicamente, no otra cosa más que una mera situación orquestada por una corporación conspiradora y psicópata? Hubo 8 muertos ¿Y la única teoría presidencial que intenta explicarlas sostiene que el problema como tal no existe? Las primeras dos sobrepasan los márgenes de esta nota - pero eran lo suficientemente curiosas como para, por lo menos, mencionarlas -. Las segundas dos tienen una sola respuesta: CFK piensa seguir andando con la venda puesta.


     Pero lo indudable es que los saqueos están. Está la inflación, el atraso salarial, la inseguridad. Está la intención política tirando de los hilos, sin duda alguna. Está la política. Eso es lo que pasa: está la política.Con 30 años de Democracia, el que haya política, no debería causar ninguna sorpresa. No ocurre lo mismo con lo demás, porque sí debería causar sorpresa la crisis económica que el país está atravesando, la misma que el gobierno ignora. Una bomba no estalla porque uno le dice que explote; a la bomba primero hay que activarla. Si el oficialismo lo único que va a decir es que atrás de los conflictos hay terroristas coordinando el estallido de las bombas, es porque no quiere reconocer que fue él mismo - el gobierno mismo - el que las activó con su irresponsabilidad política, su cortoplacismo improvisador y su negación de la realidad constante.


     Hay saqueos. Hay crisis. Hay empleados estatales - esta vez fue el turno de los policías - que lo único que reclaman es un salario pagado como la ley lo indica, no en negro, y acorde al monto por el cual se estima ronda la canasta básica. Hay malestar social. Lo único que no hay, al menos por ahora, es una respuesta coherente de parte del Estado.

Cosas que no van a cambiar II (Continuación)


     El «kirchnerismo» siempre fue «kirchnerismo», a pesar de haberse contradicho a si mismo en tanto «kirchnerismo» o en tanto «justicialismo» o, en tanto lo último, en tanto «duhaldismo», «menemismo», «lopezrreguismo», «peronismo», «camporismo», «peronismo»..., siempre fue «kirchnerismo». Así es como decía entonces, días atrás, en la nota titulada «Cosas que no van a cambiar I». Lo que sigue no es más que la continuación de dicha nota.

     La idea central de la nota anterior era que, sin importar cuantos cambios haya hecho CFK luego de su regreso a la vida política, nada iba a cambiar dentro del kirchnerismo. La idea se mantiene firme, exactamente igual, hoy, a más de dos semanas de haber sido formulada. 

     El fin del reposo - vale hacer memoria - se dio un 18 de noviembre. Fue luego de la derrota electoral no reconocida como tal por el arco kirchnerista, inflaciones negadas, tragedias múltiples en el Sarmiento y una irrumpida - a causa de la enfermedad de la mandataria - serie de entrevistas al estilo «Sepa todo lo que siempre quiso saber de la luchadora, solidaria, humilde y honesta presidenta de la República Argentina». 

     Fue un reposo - y un fin del reposo - luego de unos resultados electorales extraños, que demostraron que las marchas del 13S y el 8N, en fin, las protestas encabezadas por esos grupos sociales entonces denostados de viejas paquetas, de caceroludos y de hombres-dólar tuvieron efecto. Resultados electorales que expusieron a la luz cómo el glorioso 54% estaba compuesto en gran parte por, (ni más ni menos que), todos esos grupos sociales entonces denostados, esos caceroludos calificados como «oligarcas», «vendepatrias» y  «gorilas». Es decir: resultados que demostraron que: o bien el kirchnerismo llegó al poder gracias al apoyo de una oligarquía gorila vendepatria, o bien la representación democrática de las mayorías que se arroga el kirchnerismo fue siempre una ficción. (Recordemos a Néstor asumiendo el poder con solamente un 20% de los votos.)

     Entonces CFK volvió luego de haber dejado la turbulencia de su Reino-Estado en stand-by. Llegó «para poner orden». Entiéndase la importancia de esta idea de «poner orden». CFK llega para poner orden en un país donde, según el relato oficial, nunca hubo «desorden». Llega para ordenar lo ordenado. Llega para continuar, no para virar la dirección tomada.

     El kirchnerismo, como en general el peronismo, no debe fidelidad a ligaduras ideológicas. El peronismo no tiene ideologías; el kirchnerismo no es una excepción.  Moreno se va. Capitanich entra. Kicillof asciende. Todo se sucede de un modo que indiferentemente podría haber ocurrido antes o podría ocurrir en un futuro; o podría ocurrir ahora - como en efecto ocurre - sin que el resultado sufra variación alguna. Esto es así porque ni el atraso cambiario, ni el alto nivel de subsidios, ni el consumo interno - ficticio, porque en realidad es un consumo interno dependiente de la importación - fueron el resultado de la aplicación de un proyecto ideológico, sino más bien la consecuencia de un proceder patológico incapaz de asumir costos políticos e inútil para generar recursos propios.

     Desglosando: el kirchnerismo es incapaz de asumir costos políticos, razón por la cual a) disfraza la inflación con aumento ficticio del consumo interno, en lugar de frenar la depreciación de la moneda, pagando las consecuencias de terminar la fiesta (de algunos) del comercio exterior, b) mantiene vigentes subsidios injustos - subsidios a los ricos - como en el caso del gas y la electricidad; y el kirchnerismo es inútil para generar recursos propios, razón por la cual a) se vale de esa gran militancia rentada y b) mantiene el mismo nivel deficiencia estructural en materia energética, industrial, impositiva y administrativa en general. 

     Desglosando y sintetizando: el kirchnerismo fue, es y será cortoplacismo. Por eso no importa cuantos cambios se hagan en el gabinete. El kirchnerismo no está hecho de ideas, no está hecho de personas y no está hecho de kírchneres. El kirchnerismo está hecho de un hacerse a sí mismo sobre la marcha. Esa es la mayor garantía del no-cambio.

Cosas que no van a cambiar I



     Sea cual sea el año que venga, no importa: la política que caracteriza al gobierno de Cristina de Kirchner - esa cosa conocida como «kirchnerismo» - no va a cambiar. Aún cuando ocurra Moreno y Abal Medina y Marcó del Pont y Capitanich y Kicillof (y cuantos sean), esa cosa no va a cambiar.

     Es decir: abajo las esperanzas para todos aquellos que anhelaban con un período 2014-2015 menos turbulento, menos «kirchnerista» quizás, y abajo las esperanzas para todos aquellos que esperaban no tener que festejar en las próximas elecciones otra vez un triunfo de la Antártida.


     No va a cambiar por tres motivos - que podrían ser más, pero que por cuestiones prácticas aquí se van a reducir a tres -: en primer lugar, el «kirchnerismo» no nació con ninguno de los personajes nombrados, por lo que no hay razones fuertes para suponer que debería morir con alguno de ellos; en segundo lugar, el «kirchnerismo» siempre fue «kirchnerismo», a pesar de haberse contradicho a si mismo en tanto «kirchnerismo» o en tanto «justicialismo» o, en tanto lo último, en tanto «duhaldismo», «menemismo», «lopezrreguismo», «peronismo», «camporismo», «peronismo»..., siempre fue «kirchnerismo»; y en tercer (y último) lugar, nadie sabe qué es el «kirchnerismo», y eso, apuesto yo, va a seguir siendo así por un buen tiempo.

     Paso por paso. La primera de las razones (las otras dos serán tratadas en notas aparte):

     El «kirchnerismo» nació sin ellos. Dejemos a Marcó del Pont y a Abal Medina de lado. Poco importan (porque siempre importaron poco). Dejemos incluso a Kicillof de lado: de él no se podrá esperar más que noticias revolucionarias, como la revolucionaria venta de una YPF cincuentaporciento-recuperada a la patriótica Chevron, o la progresista erradicación de la pobreza vía inflación (¿o no funcionaba así?). Dicho de otro modo: de Kicillof podría hablarse, pero demasiado, así que dejémoslo de lado. Quedémonos solamente con Capitanich y Moreno. O descartemos a Capitanich: Capitanich es Menem y Capitanich es Duhalde; él es lo que sea: un «Señor Perón». Y va a ser Kirchner. Si Capitanich llega, no es para cambiar las cosas (o sí, pero al modo en que cambian esas cosas: siendo siempre peronistas).

     Así que nos queda Moreno. Moreno es (fue) INDEC...

     *(Aquí hago una aclaración que bien podría haber hecho antes: por «nacer con» no hago referencia a si el personaje estaba allí o no estaba allí cuando el «kirchnerismo» nació. No. Se trata más bien de un nacer con en el sentido de un nacer gracias a o un nacer a partir de. Con «el kirchnerismo nació sin ellos» quiero decir que ninguno de los personajes nombrados fue condición necesaria para el nacimiento del «kirchnerismo»; nada más.)

    De modo que Moreno fue INDEC. Moreno fue al «kirchnerismo» lo que es la cirugía a Mirtha Legrand, el color verde a la Coca-Cola life, los mensajes de apoyo del público a 678. Moreno fue maquillaje. Moreno fue el capitán del barco en medio de la tormenta, en una metáfora donde el país es el barco, y el «kirchnerismo» la tormenta (una tormenta anómala, desplegada en cubierta, borda adentro). Moreno fue indudablemente necesario para lo que es ahora el «kirchnerismo» de hoy. Moreno fue una pieza esencial. Pero Moreno no fue más que el abatidor de las abatidas kirchneristas. Fue maquillaje - y atrás del maquillaje la cara sigue estando, siempre -. Si Moreno se va, el «kirchnerismo» seguirá estando. 

     Todo eso en primer lugar. Todo eso, en otras palabras, sería: a pesar de los cambios nada cambiará. El «kirchnerismo» seguirá siendo «kirchnerismo». Sobre lo que respecta a cuánto puede comprender el «kirchnerismo» - o cuáles son los límites del mismo -, y qué puede entenderse por «kirchnerismo», a modo de concebirlo como posible en el futuro, se escribirá en la segunda parte.

     La segunda parte será publicada más adelante.

¿Qué era eso del «Kirchnerismo»?

     
     Disimuladamente y con la mayor naturalidad posible, diputados por aquí, senadores por allá, van formando fila en Tigre con los labios jugosos y listos para besar. En la casa de Massa el timbre no deja de escucharse. De a uno van pasando ansiosos los otrora revolucionarios frentistas-para-la-victoria, hoy pintores de culos con rouge de la vanguardia.

     Alguien debería preguntarse si es todo ello materia de sorpresa. Yo creo que no. Sorpresa debería causar ver como la misma Implacable Sociedad Argentina que no hace mucho andaba por las calles exigiendo que se vayan todos, ahora contempla con indiferencia cómo de vuelta los altos palcos políticos se llenan de corruptos, vividores, mentirosos y politituristas - término que tarde o temprano sería bueno acuñar para definir a esos especímenes tan autóctonos de los partidos personalistas, de alta laxitud ideológica y bajo contenido de escrúpulos.

     La pregunta a venir, a escucharse repetidas veces durante la próxima década ganada será una muestra más de nuestra capacidad de olvido - contradictoria para un país que en boca de su gobierno actual se muestra tan apentente de memoria -. ¿Qué era eso del kirchnerismo? dirán los aníbales fernández, los danieles scioli, los martines insaurralde. La pregunta tiene un tinte surrealista: un abandono del tiempo, un dejo de irrealidad ¿Pero no es lógico suponer que los mismos que hoy se autodenominan revolucionarios - mientras fogonean un modelo económico basado en la inflación y el capitalismo de amigos - y se autodenominan progresistas - mientras las villas continúan creciendo y la sangre y las balas no paran de correr -, mañana no tengan el menor problema en volver a contradecirse? ¿No es posible concebir que los autores de preguntas como «¿qué era eso de admirar el socialismo nacional de Mussolini?», «¿qué era eso de la Triple A?» o «¿qué era eso del menemismo?» puedan preguntar en un futuro 2015 «¿qué era eso del kirchnerismo?» sin hacerse ni mínimamente responsables?

     Las PASO desconcertaron a muchos. Ninguno de lo perdedores puede vaticinarse un alza en los resultados de Octubre. Los pocos kirchneristas auténticos que quedan saben que su única chance de conseguir un carguito para continuar viviendo a expensas del Estado es postulándose como candidatos en Base Marambio, Antártida. Otra opción es llevar la propuesta de nuestro exitoso Proyecto Nacional y Popular a países necesitados como Australia o Canadá. Pero saben que ningún caso podrán captar más de tres votos.

     Mientras tanto, Padilla - Marcelo Padilla, el bolche del diario menos bolche de la provincia - publica en MDZ una columna hablando de un kirchnerismo de izquierda, nacional, popular y democrático que, afirma, en Mendoza no tiene ni fuerza política ni estructura que lo represente. Tal vez a Padilla no le llega todavía el telegrama de la Junta Nacional Electoral, pero los resultados de las últimas elecciones en Agosto no hicieron más que decir el kirchnerismo no es de izquierda... Algo que a fuerza de notas en esta misma página me he cansado de decir.

     El kirchnerismo es personalismo puro. Es imagen, sin contenido. El kirchnerismo es ex-menemismo, ex-lopezreguismo, ex-peronismo. Es lo que sea que quiera el pueblo. Es circo cuando el pueblo quiere circo. Es sexo cuando el pueblo quiere sexo. Y si el pueblo quiere pan, es pan. Y hoy el pueblo quiere ex-kirchnerismo, por eso no son tontos los aníbales, los danieles y martines. Al fin y al cabo: ¿qué era eso del kirchnerismo?

No saber perder

     Las elecciones no siempre son elecciones. Más de una vez se aplica en la vida esa desgastada frase de "no todo es lo que parece". Los triunfos electorales hablan más sobre el pasado que sobre aquello que puede venir - los triunfos se deben a algo que el pueblo eligió, y "eligió" está conjugado en pretérito -. También las sonrisas después de la tormenta a veces se corresponden con las posibles futuras tormentas - o el posible futuro, en general - que con el desastre acabado de ocurrir.

     En este momento, a las veintiún horas y veinte minutos del lunes, la versión en línea del diario independiente Página/12 muestra como última y primera noticia a Insaurralde diciendo orgulloso "vamos a recorrer con mucha fuerza la provincia". En 678 dicen que estas elecciones solamente fueron unas PASO (sin verdadera importancia). En la cuenta oficial de Twitter de Cristina Fernández de Kirchner no hay publicaciones desde el diez de agosto. 

     Ellos se auto-convencen llamando a Massa "Candidato de Clarín". UNEN también es para ellos el "Partido de Clarín" - y si no fueran tan centralistas y se interesaran más por el Interior Federal, hasta dirían que Nicolás Del Caño y todo el Frente de Izquierda obtuvieron los resultados que obtuvieron por ser "Amigos de Clarín". Porque para ellos no hay derrota sino conspiración eventualmente triunfante. -. Es decir: ellos dicen que los otros ganaron gracias a Clarín.

     La idea del Interior Federal - en contraposición al Epicentro Unitario - no está traída por azar: los resultados se dividieron en dos y de modo acorde a dicha dualidad. Así, hubo una campaña que fue la nacional, donde Mendoza eligió legisladores, y Córdoba eligió legisladores, y Misiones y San Luis y etcétera eligieron legisladores. Y hubo otra campaña, que fue la de Cristina, donde la Presidente apostó por Insaurralde y una que otra ficha por Filmus, eligiendo legisladores para Buenos Aires y la Ciudad de Buenos Aires.
 
     Lo interesante de la derrota de Martín Insaurralde - que es el resultado del Epicentro Unitario - es que es, si no la derrota de Cristina Fernández, cuando menos la derrota de las multi-cadenas nacionales con Ella hablando e Insaurralde figurando. Es cuando menos la derrota de las giras internacionales con el Papa saludando e Insaurralde figurando. Es la muerte del kirchnerismo. La apuesta de Cristina, derrotada. El fracaso del relato.

     Lo interesante del triunfo de la oposición - entendida en su sentido complejo, como conjunto heterogéneo de fuerzas no-gobernantes - es que demuestra que hay otra Argentina además de Buenos Aires. Hay un Interior Federal, independiente de la simplificación esquemática que pretende imponer el Gobierno.

     Pero lo más interesante de todo, es que ante tantos triunfos ajenos y tantas derrotas propias, igual dijeron ganar ¿Por qué? Quizá porque todavía pueden. No hay que olvidar que aún manteniéndose estos resultados, el kirchnerismo seguirá manteniéndose fuerte en el Congreso: las elecciones de 2009 fueron muy malas para CFK - dichas elecciones fueron las que pusieron como legisladores a los representantes que este año renuevan cargo -, y que mejorar los números de aquel entonces, aún obteniendo bajos porcentajes de electores, no debería ser tarea difícil.
  
     De modo que más allá de lo simbólico, después de Octubre, de mantenerse estos resultados, no habrá en la Política Argentina grandes cambios. El kirchnerismo seguirá teniendo una fuerza tiránica en el Congreso. La diferencia será que ahora lo hará en conjunto con una moral hecha pedazos.

     En fin: el kirchnerismo festeja porque puede. Lo que debería preguntarse, es si debe. Y es que comenzaron los años de su desgaste. Esa fuerza que en un inicio fue peronismo y luego menemismo, hoy cuenta los días para devenir en massismo. Dependerá de la capacidad que tenga de adaptarse a su propia evolución - capacidad, por cierto, característica de toda invención justicialista - en suma con la capacidad que adquiera el pueblo de comenzar a elegir como sujetos históricos - cosa que apenas pudo vislumbrarse en los sufragios del domingo -, que en 2015 tengamos un nuevo personalismo, esta vez con nombre de Intendente de Tigre, o una propuesta superadora, verdaderamente nueva, encausando la Nación.